domingo, 16 de diciembre de 2018

DIA 2: TOR, MET, CENTRAL PARK Y CENA ESPECIAL





       Nunca he tenido problemas para madrugar, si a esto le añadimos el jet lag, ya te puedes imaginar. Sobre las 4.00 de la mañana, ya estábamos despiertas, y a las 6.00 saliendo por la puerta. Pillamos de nuevo el metro hasta el centro y buscamos mi dosis de cafeína diaria. No hay problema, que tenemos Starbucks en cada esquina. Nos sentamos en la plaza de Rockefeller Centre a tomar el café y esperar que abran las puertas para subir al Top of the Rock (ya teníamos las entradas sacadas de ayer)


Itinerario Día 2

       Para entrar, no hay colas ningunas, porque es temprano, y porque con esto de tener pases por horas, se evitan las aglomeraciones. Tras pasar el control de seguridad, un ascensor muy curioso nos lleva en un instante hasta la cima (cuidado con los oídos, ¡Sentirás el cambio de presión!) Las vistas son espectaculares desde allí arriba, una jungla de asfalto, nunca mejor dicho, me encantó ver el rectángulo de Central Park (es inmenso) y el Empire State al otro lado. Dimos un par de vueltas y sacamos miles de fotos de todos los ángulos. Me encantó que no hubiera mucha gente y se pudiera disfrutar bien de todo. Seguro que las vistas al atardecer tienen que ser mil veces más impresionantes, pero yo prefiero disfrutar de mi espacio personal, preferencias de una.



       Estuvimos más o menos una hora, y bajamos de nuevo para dirigirnos al siguiente punto ¡El Museo Metropolitano! Mi idea era pillar el bus, pero como era temprano y estábamos frescas y descansadas, nos animamos a ir andando. Por el camino pillamos un bagel con queso que estaba buenísimo. Andamos por la Quinta Avenida hacia Central Park, disfrutando de los escaparates de lujo y los precios prohibitivos.

       Entramos en Central Park a través de la entrada sur-este, y lo primero con lo que nos topamos es el Zoo. Me parece increíble que haya incluso un zoo dentro del parque. Desde fuera incluso pudimos ver los leones marinos disfrutando en su piscina. En el camino fuimos viendo algunas de las estatuas más emblemáticas del parque, como la de Balto, la de Alicia en el País de las Maravillas (esta no me la podía perder) o el obelisco Cleopatra’s Needle. Y muchas se quedaron en el tintero, pero es que este parque es demasiado.



       La entrada para el museo Metropolitano está en la calle principal, salimos del parque y entramos con nuestro pase Sightseeing Flex (precio normal $25 – ya no es gratuito ni precio sugerido, hay que pagar) No había tampoco demasiada cola, sobre las 10.30 ya estábamos dentro. ¿Qué decir del museo? Increíble es poco. Y eso que no lo vimos todo, necesitaríamos unos cuantos días para eso. De pronto estabas en un templo egipcio, como en un salón francés del siglo XVIII, como en un jardín chino tradicional… ¡Todo en el mismo lugar! 



       Impresiona bastante, especialmente si te gustan los museos claro está. No llegamos a encontrar la sala con pinturas europeas, no sé si la perdimos o estaban en obras. Antes de irnos subimos a la terraza de la última planta, donde hay un bar, y tiene una vista bonita de Central Park con los rascacielos de la ciudad detrás.



      Para comer compramos una cajita de Whole foods con un variado de muchas cosas y nos sentamos tranquilas en uno de los muchos bancos del parque. El día estaba muy agradable, y la comida y el descanso nos dieron fuerzas para otro paseo más.

       Seguimos recorriendo el parque que aún tiene mucho que ver, nos perdimos unas cuantas veces, pero también encontramos rincones que no sabíamos que estaban ahí. Creo que Central Park merece un viaje a Nueva York por sí solo, puedes estar explorándolo semanas y aun así encontrar rincones nuevos. Y eso que la zona norte ni siquiera la vimos. Entre otras cosas, pasamos por el lago, el castillo Belvedere, la fuente Bethesda… Sin duda, Central Park se ha convertido en uno de mis lugares favoritos de la ciudad.


Tambien nos hicimos amiguitos

      Volviendo a Midtown, quisimos pillar el metro, pero no encontramos parada (por el parque no es tan fácil) Como empezó a lloviznar, nos metimos en el centro comercial cerca de Columbus Circus, e hicimos algo de compras hasta que fue la hora de cenar. 

      Esa noche teníamos pensado algo especial y nos fuimos a Ellen Stardust, el famoso restaurante donde los camareros cantan canciones de musicales y otras más actuales. Aunque al llegar había algo de cola, no fue demasiado, en unos 20 minutos estábamos sentadas en medio de todo el meollo. Nos tardaron un poco en traer la comida, aunque estaba disfrutando tanto que me dio bastante igual. El espectáculo que montan es tremendo, hay canciones cada dos minutos. La comida no es ni mucho menos la mejor que probé, pero lo compensa todo lo demás. Muy recomendado.




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